8 de abril de 2008

Automático I

Extírpame la soledad
de una vez por todas.

No me dejes deambular más
por las praderas del hastío.

No estamos,
somos movimiento.

Embates de la vista
nos traicionan,
gritando la verdad
a la exósfera.

Entiéndeme,
las manecillas giran
y yo te veo ascender
delante de un rugido.

Estallidos de incertidumbre.

Zigzagueas entre calles
deslavadas
por tanto flujo de dulzura.

En tus labios se queda
el recuerdo de lo insoluble,
sal de mares inconclusos,
de sueños perdidos
en mareas caóticas.

No eres todo,
no soy todo,
no somos todo,
queda por delante
la peripecia verbal,
aún nos quedan
las escaramuzas pactadas.

No divagues,
devora,
híncale el colmillo
al chamorro de la lujuria
después de rasurarlo
con tus navajas pupila.

Deja atrás los alegatos
de tu restirado titubeo,
compacta tu cháchara decente...

¡Basta ya
de jalarle las patillas
al desenfreno!

Aquí estoy,
aquí estaré,
llegarás.

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